El triste lagarto des/almado, ahogado en su pantano de penurias, desorientado, quería devorarse mi fe ciega, enloquecida, fantástica, que me hace ir dando tumbos hacia adelante sin importar que abismo! Mi noche arrepentida de la aurora estaba muy decidida; por esta vez no le entregaría la luna que tenía alborotada en la barriga.
Con una mirada piadosa le dejé una flor de escarbadiente, acaricié su cabezota y le sembré una herida regalándole un espejo con caracolas.
-Déjame a mí con mi trastorno errante, mi artificio kilométrico , mi maleficio de escamas sangrantes. Quédate tú con tus dientes de sable, tu maraña de prioridades y las puertas bien cerradas de la vida, para que solo pueda anidar en ella la absurda parábola de la muerte.



