Decididamente no entendía el porqué de la discusión, creyó que era una cuestión de nobleza y como ella era lo suficientemente plebe, se quedó perpleja... entonces comprendió.
Le había señalado el camino al joven Príncipe, pero él prefirió interpretar las cosas a su manera y continuar su entretenida discusión con el Conde. Al fin y al cabo todo era una "sana" competencia.
Ella se miró los pies descalzos y sucios, la ropa harapienta, la calabaza, calabaza. Dejó sus sueños amontonados en un rincón y emprendió el camino a casa. La casa, el bosque, suficientemente frondoso para no ser hallada más que por el viento que hoy venía a darle la bienvenida eterna.
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