Solo podría desahogar en el extremo de tu pelvis
el sabor avellana de mi éxtasis y tú , castaño,
que en mi lengua improvisas
el trémulo impulso de la vida que llevas.
Arrastrando la noche en tus entrañas,
rompiendo los días con magníficos ardores para no ser tragedia.
Transitar este río con olor a sangre, que nos atraviesa
y ya nunca quedarnos inmóviles.

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