El champagne me vino de regalo y ahora cada sorbo que rozaba mis labios tenía el bendito sabor de tus besos y yo hecha un demonio maldiciendo cada caricia, que por no ser dada, perforaba mis manos, como cuerdas atándome a tu cuerpo de ángel. Y mi alma, mi alma impura, condenada cada día, cada noche... a sangrarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario