No existe un amor apasionado
como el nuestro hecho fuego y no cenizas,
que en el cuerpo se mueve como briza
y nos lava los besos con un llanto.
Nada efímero , se inmola enajenado
y en el alma nos arden sus caricias
cuando rompe el dolor tanta delicia
y al fin nos muestra su semblante trágico.
Se apacigua, nos calma y nos sorprende
nuevamente naciendo de las aguas
que ayer fueron tormenta
y nos crece florido de repente
desde el centro del pecho sus raíces
como frágil y tímida violeta.