Me sequé las lágrimas
y convertí mis ganas de golpearlo
en un mordisco en su espalda.
El se guardo su ironía para otro momento.
Sostuvo fuertemente mi cabeza con las manos
y comenzó a devorarme los besos,
la rabia y la impotencia
se nos volvieron de pronto deseo.
No sé como se le calló el pantalón
y a mí se me subió el vestido
y en un solo segundo hicimos del invierno
el más febril de los veranos.
Podía sentir como su fuego habitaba dentro mío.
Nos amamos de tal manera
que casi nos odiamos
y al fin así, heridos de muerte
cuando todo estaba consumado
nos encontramos los dos en un abrazo
...llorando como niños.

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