Dejar que reviente la noche en el asfalto, lo rojo del cigarro besándome los labios deformes. Arrancarme la historia; olvidarme que tan exilio puedo ser de mi propia vida. Más salvaje que el viento rompiendo los cristales de mis ojos plagados de cordura .
No quiero ningún gesto de piedad, ni una risa que estorbe. Quiero el oxígeno de un silencio que nunca, nunca me perdone.