Me disparó así, a contramano con su mirada.
Yo hubiera querido morir cualquier día menos ese 
en que estaba tan viva.
Siempre usando mi piel de vestido quizás
para que él llegara y la arrancara de cuajo.
Nunca sabrá que yo garuaba finito
entre mi jaula de sábanas rotas;
una mujer sin cuerpo y sin sangre,
usando las palabras a quemaropa
o bebiéndolas hasta el fondo de mi quijada
sin dejar rastros más que de esta demencia.
No tengo noticias de lo que he sido,
muchos disfrutarán de mi muerte
porque no saben lo que es morir
y morirse es esta nada por segundo,
un frío acompasado que no molesta;
mis ojos secos; los labios rotos
y todo esta paleta de grises
amortajando el arco iris.